La jugó como una final. La ganó como tal. La festejó, claro, así también, con una Bombonera feliz de toda felicidad. Boca le ganó a Racing esa clase de partidos que pueden marcar un quiebre en el torneo. Porque empezó arriba, porque pasó a perderlo y porque lo dio vuelta con espíritu, con coraje, con decisión y también con fútbol, por supuesto. Y así, no sólo se llevó un 4-2 muy celebrado, sino que se metió en la misma línea de Lanús (con un partido menos) y Defensa, los que luchan por el cuarto puesto en la clasificación de la zona B.
El partido se rompió una, dos, tres veces. Primero, con el golazo de Blondel, de media distancia (y de otro contexto), que cambió lo establecido hasta en ese momento (26 minutos del PT). Hasta ahí, cuando todo se destrabó. Boca y Racing se habían medido, se habían estudiado, pero no se habían lastimado. Lo que siguió, luego, fue un ida y vuelta frenético que ya no terminó más.
De media distancia, incluso, el local no sólo sacó ventaja. Estuvo ahí nomás de estirarla, porque Zenón, apenas un ratito después, sacó otro bombazo con destino de gol, pero Arias sostuvo a Racing en partido. Y ahí llegó el gol de Juanfer Quintero, el estigma de Boca, el que había elogiado justamente Riquelme en la semana, el que marcó el 1-1. El colombiano la rompió, pero ni eso fue suficiente para que la Academia pudiera imponerse en la Bombonera.
Llegó una nueva aparición de Blanco, el lateral clave en los clásicos para Boca (también decisivo en el Súper), para ir hasta el fondo y sacar un centro que rebotó en Colombo y se metió. A partir de ese 2-2, otra vez el partido se rompió. Pero esta vez, a favor de Boca. Porque la Academia volvió a sentir el impacto de ese gol en contra. Y porque a partir de ahí, el equipo de Martínez jugó con otra decisión, con otra confianza. Al punto que llegó ese nuevo centro de Blanco que Cavani, en esta nueva versión goleadora, mandó a la red con un cabezazo realmente Matador.