Murió César Luis Menotti: la despedida del mundo del fútbol

Profundo dolor en el fútbol argentino: César Luis Menotti, el primer técnico campeón del mundo con la Selección Argentina en 1978 y designado desde 2019 como director de Selecciones Nacionales de la AFA, murió este domingo a los 85 años. Tras conocerse su fallecimiento, distintas figuras del fútbol argentino y mundial, y también otras ajenas a este, como el presidente de la República Argentina, Javier Milei, despidieron en redes sociales al Flaco.

La noticia de su muerte tiene un fuerte impacto a nivel mundial. El planeta fútbol, a través de las redes sociales y desde las portadas de numerosos medios argentinos e internacionales, ya le rinde un respetuoso homenaje a alguien cuyo protagonismo excedió largamente los límites geográficos de nuestro país. No es para menos semejante repercusión. El Flaco, más allá de siempre considerarse un genuino integrante de la raza de los futbolistas, adquirió su mayor popularidad en el rol de entrenador. A tal punto que pertenece al privilegiado y exclusivo grupo de 21 directores técnicos que saben cuánto pesa la Copa del Mundo. Abanderado de un estilo de juego cuyos seguidores popularizaron como menottismo, la enorme figura de César también representó el puntapié inicial de la organización y el profesionalismo en la Selección Nacional. Canalla, tanguero y fumador empedernido, el Flaco fue, ante todo, una persona que respiró muchísimo fútbol. Una pelota con gajos blancos y negros en su oficina en pleno centro porteño para decorar su escritorio, una foto futbolera siempre en su perfil de whatsapp (la última, una de su admirado Pelé saltando a cabecear) y hasta una dirección de correo electrónica con clara alusión al juego (elachique@…) son pequeños ejemplos de cómo el fútbol abarcó toda su vida.

“Yo nací y voy a morir futbolista”, declaró más de una vez para dejar en claro qué relevancia le daba a su etapa de jugador, muy por arriba de su labor como técnico. A los 16 años, cuando su padre Antonio murió por un cáncer de pulmón debido a la adicción al cigarrillo, ya se ganaba la vida jugando en la Liga Carcarañense en Santa Fe. Le pagaban por algo que estaba dispuesto a hacer gratis. Ni el título mundial logrado en 1978 lo convenció de que ser DT era algo mejor que ponerse los cortos y entrar a la cancha a jugar. El momento que más disfrutaba de dirigir era cuando se calzaba los botines negros marca Puma para los entrenamientos y pisaba el verde césped de la cancha de turno.

El fútbol lo llevó a lugares que en su juventud ni siquiera llegó a soñar. Ponerse la camiseta de Rosario Central, el club de sus amores, jugar en Racing y en Boca, pasar por el entonces desconocido fútbol de Estados Unidos y terminar primero en el Santos de Brasil compartiendo equipo con Pelé y luego en el humilde Juventus de Sao Paulo. Pelé, sí, el mismo de su última foto de perfil en whatsapp. “Fue el mejor jugador de la historia, el más grande de todos”, incluso por encima de Messi y Maradona. Una opinión que, por más que sonara antipática, nunca pretendió ocultar.

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